Juilliard415 en Bolivia: música barroca de la vida diaria (en español) 

by Jimena Burga Lopera
Published September 23, 2024

Quienes nos dedicamos a la interpretación históricamente informada, buscamos a través del estudio de fuentes reconstruir la música del pasado distante de las obras musicales del mundo occidental pero también de la música compuesta e interpretada en Hispanoamérica durante los siglos XVI al XVIII, conocida también como música colonial o virreinal. Los conquistadores españoles llegaron al Nuevo Mundo trayendo consigo su cultura, lengua, religión y su música, vehículo, esta última, ideal para el proceso de evangelización como un lenguaje universal. Los misioneros, primero de las órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos, agustinos y más tarde los jesuitas, se acercaron a los pobladores aprendiendo sus lenguas originarias pero sobre todo a través de la música, que éstos abrazaron con facilidad y alegría. Con su llegada se fundaron los pueblos misionales en la Chiquitanía como San José de Chiquitos, Santiago de Chiquitos, San Xavier, Concepción, San Ignacio de Velasco, Santa Ana de Velasco, San Rafael, entre otras. 

En autobús nocturno (en el sentido de las agujas del reloj desde abajo a la izquierda): Jimena Burga, Rosemary Metcalf (ex-Director of Performance Operations, Juilliard Historical Performance) Shelby Yamin, Lydia Becker, Dani Zanuttini-Frank, Clara Abel, Nathan Mondry.

Desde el año 1996 el projecto musical que ocurre en los pueblos misionales de la Chiquitanía en Bolivia rompe con todo paradigma: en ellos la música barroca no representa el pasado sino que vive y se reinventa cada día, es música del presente y de la vida cotidiana, de los pobladores de toda la zona de la Chiquitanía boliviana. Un rincón paradisíaco de bosques tropicales y llanuras alberga uno de los festivales de música antigua más grandes del mundo. 

El Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos” promueve rescatar e interpretar la música sacra compuesta por músicos europeos e indígenas de la zona entre los siglos XVII y XVIII composiciones que pertenecen a los archivos musicales de Chiquitos y Moxos. 

Junto al Ensamble Juilliard 415, tuve la maravillosa experiencia de tocar en la XIV edición del festival, llevado a cabo entre el 19 y 28 de abril del 2024. Tuvimos tres conciertos: el primero en la Iglesia de San Roque en la hermosa ciudad de Santa Cruz de la Sierra, y los otros en los pueblos misionales San José de Chiquitos y San Ignacio de Velasco. 

En este proyecto, tuvimos la oportunidad de compartir hermosa música del Archivo Musical de Chiquitos con el Coro de Urubichá, integrado por jóvenes y niños bajo la dirección de Mercedes Papu. El coro es parte de las agrupaciones del Instituto de Formación Artística, que cuenta con 700 estudiantes, donde los niños y jóvenes tienen la posibilidad de estudiar interpretación instrumental, canto y lutheria. Con el pasar de los años, muchos de estos estudiantes pasan a ser profesores del instituto. Por ello se ha logrado ofrecer a sus estudiantes un Título de Técnico después de 6 años de estudios, aumentando las posibilidades de trabajo y formando docentes de calidad para las orquestas y coros juveniles a lo largo de la Chiquitania. El instituto cuenta con 700 estudiantes, un número grande para un poblado de 6000 habitantes, resaltando así cuán importante es la música en la vida del día a día en Urubichá. 

El Festival, bajo la dirección del sacerdote y musicólogo Piotr Nawrot y la organización de la Asociación Pro Arte y Cultura, nos demuestra que es posible reconstruir nuestro pasado musical, a través de la publicación, interpretación de obras, formación de coros y orquestas

infantiles aún en los pueblos más alejados. Más de mil músicos de todo el mundo nos encontramos en los conciertos, a la hora de las comidas, en las conferencias de musicología, en la plaza, todos con el fin de compartir la emoción de tocar en quizás el único lugar del mundo en el que la tradición barroca pervive por siglos. En diciembre del 2000 el Festival fue declarado Patrimonio Nacional de Bolivia. 

La autora es entrevistado por un equipo de filmación (Foto: Rosemary Metcalf/Juilliard)

La experiencia de acompañar a los niños y jóvenes cantantes del Coro de Urubichá es inigualable. Además de su gran trabajo musical, hay una frescura, vida y alegría en su cantar que convierte cada interpretación en una verdadera fiesta de la música. Junto a ellos tocamos la Misa San Javier del compositor italiano Giovanni Battista Bassani (1650-1716) rescatada y editada por el Padre Piotr Nawrot. Este compositor y violinista virtuoso nunca cruzó el océano hacia América, más sí lo hicieron sus obras que fueron halladas tres siglos después en el riquísimo Archivo Musical de Chiquitos. La solidez musical con que el coro afrontó esta obra y su sonoridad fueron conmovedoras. Se interpretó también Beatus Vir de Domenico Zipoli (1688-1726), el gran compositor italiano que un día se hizo jesuita y dejó el Viejo Mundo para ser misionero. Durante los ocho años en que completaba sus estudios sacerdotales, fue director musical en la iglesia de Córdoba, Argentina, desde donde su producción era enviada a las misiones jesuíticas de la Chiquitania y el Paraguay. Cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados, su música se encontraba a salvo en las iglesias misionales. Beatus Vir, con texto del salmo 112 de la liturgia católica, fue musicalizado para soprano solista, coro y orquesta de cuerdas. 

Además de estas dos magníficas obras corales, como Juilliard 415, interpretamos la suite del ballet Terpsichore y Concerto Grosso en sol mayor op.6 no.1 de Handel, así como dos dobles conciertos para violín de Vivaldi, los conciertos no. 5 y no. 8 del op.3. En este último tuve la oportunidad de actuar como solista y dar toda mi energía a un público expectante y afectuoso. Las sonatas chiquitanas forman parte del acervo de música instrumental de Chiquitos, a diferencia de la música en las catedrals y conventos, donde la mayor parte era vocal, sacra o religiosa, los misioneros promovieron la práctica de música instrumental sea de autores europeos como de compositores locales anónimos. Las 18 sonatas chiquitanas publicadas en 5 tomos y editadas por el Padre Nawrot incluyen obras de Pietro Locatelli, Giovanni Battista Sammartini, Nicola Calandro y Domingo Poretti y varias atribuidas a Arcangello Corelli. 

Es costumbre que todo grupo que participa en el Festival toque obras del acervo chiquitano y de vida a la maravillosa música que ha sobrevivido en los archivos misionales. Cientos de estas obras instrumentales y vocales han sido transcritas y editadas en hermosos tomos por el Padre Nawrot quien realiza una encomiable labor de rescate y difusión. En este concierto tocamos la Sonata Chiquitana IX del compositor italiano Ignazio Balbi. 

Como encore, Mercedes sugirió que se interpretasen dos chovenas bolivianas, danzas típicas de la cultura guaraní, cuyo ritmo nos imbuyo del espíritu musical de la región y que fueron aclamadas por el público con mucho entusiasmo y alegría en las tres noches de concierto.

Miembros del Coro Urubichá, usando tamboritas para tocar y cantar chovenas. (Foto: Rosemary Metcalf/Juilliard)

El primer concierto fue en la Iglesia San Roque de Santa Cruz. La fila de personas para ingresar al concierto se extendía por varias cuadras, mostrándonos una vez más el gran poder de convocatoria que tiene la música barroca en tierras chiquitanas y de este festival en la comunidad no solo de Bolivia si no en el mundo. Este primer concierto fue muy emocionante para mí. Caminando hacia el escenario, al entrar a la iglesia me pude dar cuenta de cómo habían personas sentadas en una zona fuera de la iglesia esperando con ansias poder escuchar nuestra música, e incluso quienes no pudieron ingresar escuchaban por las ventanas. Seguidamente, el padre Nawrot habló sobre el festival con mucho entusiasmo y se otorgó el Premio Hans Roth, máximo reconocimiento de la Asociación Pro Arte y Cultura a la Embajada de Estados Unidos, que recibió con emoción la embajadora Debra Hevia. 

El viaje a las misiones sin embargo fue una experiencia enriquecedora y emotiva. adentrarse en la selva Chiquitana por verdes caminos y encontrar en el pueblo de San José una iglesia construida totalmente en piedra por los jesuitas de inimaginable belleza y grandiosidad. Este templo construido en piedra amarilla y roja nos brindó un espacio muy especial y místico para dar nuestro segundo concierto. El pueblo de San José, a pesar de ser pequeño, cuenta con una plaza muy particular y callecitas pintorescas. Una vez más fuimos recibidos con mucha alegría y entusiasmo y la energía mágica de compartir el escenario con el Coro Urubichá. Al día siguiente y cuatro horas selva adentro, llegamos al pueblo de San Ignacio de Velasco. Esta misión, siendo considerablemente más grande que San José, irradia una energía diferente pero también muy especial. La iglesia en la que dimos el concierto es similar en estilo a las misiones de Concepción y San Javier, con hermosas columnas talladas en madera y enorme techo a dos aguas . 

Catedral de Concepción, visitada por J415 en su retorno de San Ignacio de Velasco a Santa cruz. (Foto: Rosemary Metcalf/Juilliard)

Para este tercer y último concierto, la conexión entre el Coro Urubichá y Juilliard 415 se había transformado en algo muy especial. A pesar de la diferencia cultural y el idioma, la música nos hizo hermanos y permitió una comunicación más allá de las palabras, y pudimos compartir tres conciertos y ensayos extraordinarios llenos de sonrisas. La música barroca vive en cada pueblo y cada rincón de los pueblos misionales, donde a veces los recursos básicos como agua y luz pueden faltar, la tradición de esta música y su influencia en toda la comunidad pervive con el transcurrir de los años. El Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos,” junto al padre Nawrot y personas increíblemente trabajadoras y entusiastas como Mercedes Papu, profesores, fabricantes de instrumentos, voluntarios, auspiciadores, las familias y los jóvenes músicos, han hecho posible un milagro musical en los pueblos alejados de la hermosa selva de Bolivia. Después de ocho horas de regreso por los verdes caminos dejamos Bolivia con algo nuevo en el corazón: nostalgia por el calor humano, el cariño y el talento de los jóvenes músicos que nos acompañaron y de optimismo por el futuro esperanzador de la música barroca de Bolivia para el mundo.

Jimena Burga Lopera, violinista barroca peruana, es estudiante del programa de Interpretación Histórica de Juilliard.


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